lunes, 31 de agosto de 2009

La realidad supera a la ficcion



Empezamos mal, con un cliché, un lugar común que le dicen, pero es que me pasó una de esas cosas que la casualidad hilvana como si todo hubiese sido organizado por un equipo de especialistas en efectos especiales.

Hace unas dos o tres semanas, se me rompió una pata de las gafas/lentes tras varios "arreglos" que le había hecho Andreu para que quedara perpendicular a su compañera y no paralela como debería ser. Como estábamos en mitad del mes de agosto y prácticamente todo comercio está cerrado no las había reparado ni sustituido - sin contar con que mi situación económica tampoco está para tirar cohetes - si no que opté por una reparación casera valiéndome de cinta adhesiva de esa que se utiliza para cerrar cajas (lo sé es super hortera/balurdo pero ya expliqué que estaba pelando).

En fin, esta reparación no es de mucha ayuda y de vez en cuando la pata se deja caer y yo me quedo con las gafas/lentes desbalanceadas.

Cerrado este pequeño preámbulo para ubicar a mis lectores, retomo el hilo narrativo de los hechos. Sobre la mesa había dejado una bolsa de sal y la aceitera luego que la noche anterior hubiéramos cenado pa amb tomaquet (pan con tomate). Andreu, que se levanta más temprano que su madre y su padre, dado el parecido de la sal con la arena, decidió construir castillos con la misma, como se imaginarán, desastre descomunal. Alicia se despierta, camina los pocos pasos que separan la habitación de la sala y vuelve ¡Carlos ven a ver lo que hizo Andreu! En ese mismo instante la pata de mis gafas/lentes se cae mientras yo pongo cara de asombro. Vamos un efecto especial de película perfectamente sincronizado con mi estado de shock.

Alicia se ríe, yo me rió. Limpiamos el desastre y preparamos el desayuno.

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